¿Un gran salto hacia atrás?, por Donald Trump
Cuando ganó a Hillary Clinton en el 2016 sonaron las alarmas. El nacionalpopulismo y la alergia a la globalización de Trump tenían poco que ver con republicanos como Nixon, Reagan o los dos Bush. Pero entonces Hillary ganó en votos, había mucha incertidumbre y Trump todavía no había incitado un golpe de Estado. El balance fue que Trump dividió más a América, agrietó la relación con Europa, una de las bases del orden mundial posterior a 1945, y provocó un retroceso en la lucha contra el cambio climático. Luego, la victoria de Biden permitió pensar que solo había sido un paréntesis.
Ahora, ocho años después, Trump ha vuelto a ganar. Podemos estar ante un fascista, así lo define el general Kelly, su antiguo segundo en la Casa Blanca o, como mínimo, ante «un autoritario de reflejos erráticos», según Jean-Claude Juncker, expresidente de la Comisión Europea. Y ha ganado con más fuerza. No solo en el decisivo Colegio Electoral como en 2016, sino también en voto popular, donde puede sacar una ventaja a Harris de casi cinco millones. Además, tendrá mayoría en el Senado y, casi seguro, en la Cámara de Representantes. Y como tiene a su favor al Tribunal Supremo, disfrutará de más poder que otros presidentes.
¿Por qué América, una democracia con gran tradición, ha elegido libremente a alguien conocido por sus rasgos autoritarios que apuntan algún desequilibrio? Según todas las encuestas –que infravaloraron sus resultados– los factores clave han sido la economía y la reacción contra la inmigración. Sí, la economía y el empleo van bien, pero la inflación (19% desde 2019 y 30% en los alquileres) se ha comido gran parte del poder de compra de los americanos. Y más, el de los menos favorecidos. Por otra parte, la entrada de 10 millones de emigrantes ha enervado incluso a muchos latinos. Además, los demócratas se han dejado asociar con una izquierda woke que hace gala de superioridad moral respecto a muchos americanos. El partido de Clinton y Obama ha perdido centralidad.
¿Qué cabe esperar ahora? La democracia americana sufrirá bastante porque Trump se ha vuelto más descaradamente arbitrario, tiene más inquina a sus enemigos y habrá menos contrapesos que en 2016. ¿Hasta dónde podrá llegar? La democracia es resiliente, pero el peligro está ahí y no hay elecciones a la Cámara de Representantes hasta dentro de dos años.
En economía apostará por el proteccionismo. Quiere aumentar las tarifas a las importaciones un 20% (un 60% a las chinas), lo que al reducir la competencia alimentará la inflación. Y las exportaciones de otros países –incluida Europa– sufrirán. Puede llegarse a una guerra comercial. Además, financiar con tarifas arancelarias las grandes rebajas de impuestos huele a cuento chino. Pero ayer las bolsas americanas reaccionaron al alza. ¿Confían en Trump? Quizás, pero la deuda pública de Estados Unidos (150% del PIB) es superior a la de los países europeos. Y si encima cuestiona la independencia de la Reserva Federal, la confianza en el dólar se resentirá.
Trump-2 es la vuelta a la prepotencia del aislacionismo americano, organismos internacionales como la ONU o el FMI perderán influencia. Y Trump admira a dictadores como Putin y Orbán. La partición de Ucrania es hoy más posible, lo que puede despertar el apetito de Putin, como le pasó a Hitler en 1938 tras el pacto de Múnich. ¿Y quién frenará a Netanyahu? La extrema derecha europea está crecida. Abascal se siente hoy más en «la corriente de la historia» que Feijóo y Sánchez.
Además, la UE está en un momento débil. Europa siempre ha avanzado impulsada por el eje franco-alemán. Pero hoy en Alemania –con grave crisis en su modelo industrial– se ha roto la coalición del SPD con los verdes y los liberales y Macron es un pato cojo desprestigiado y con un gobierno sin mayoría.
Ojalá Trump-2 no sea la gran pesadilla que temen la mayoría de los europeos y la mitad de los americanos. Pero lograr más cooperación internacional para frenar el cambio climático –hoy el gran reto del mundo– es más difícil que ayer.
Mao-Tse-Tsung dijo en su día que China estaba dando «un gran salto adelante». Hoy el mundo arriesga dar un gran salto, pero no hacia adelante, sino hacia atrás.
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