JD Vance, mucho más que el mensajero de Trump
Este martes a las 9 de la noche (3 de la madrugada del miércoles en España), cuando en los estudios de CBS en Nueva York JD Vance se mida a Tim Walz en el primer y único debate entre aspirantes a vicepresidente en esta carrera electoral en Estados Unidos, se puede dar por seguro que el senador de Ohio se mostrará como un ardiente defensor de Donald Trump y de sus propuestas y un feroz perro de presa contra Kamala Harris y el gobernador de Minnesota al que la demócrata ha escogido como su número dos.
Es un papel que Vance, de 40 años, lleva desempeñando metódica y cómodamente desde que el expresidente y candidato republicano le escogió a él para acompañarle en la papeleta. Esa selección se interpretó como la designación por parte de Trump de un futuro para el trumpismo y el movimiento MAGA (Hacer América Grande de Nuevo) cuando él ya no esté. Pero tras esa alianza laten corrientes cada vez más visibles que apuntan a que Vance es más que un mero mensajero.
El autor de ‘Hillbilly, una elegía rural’, que ha dado un giro de 180 grados desde que en 2016 criticaba a Trump y llegaba a compararle con Hitler, es la máxima encarnación del auge y el esfuerzo por escalar en el poder de lo que se conoce como la “Nueva Derecha”. Y ese movimiento que aboga por una revolución populista conservadora desde las élites está librando un pulso con lo que, incluso en un partido ya plegado casi totalmente a Trump, queda de un aparato que encarna otros valores republicanos de vieja guardia conservadora.
Mensajero efectivo
De momento Vance, un graduado de Yale que pasó por Silicon Valley antes de llegar al Senado, se ha volcado en campaña en su papel de mensajero de Trump y para sus objetivos de movilizar a las bases está siendo tremendamente efectivo.
Acude a menudo a medios, y no solo de órbita conservadora, armado con un estilo combativo. Abre muchas veces el final de sus mítines y actos políticos a preguntas de la prensa, tratando de subrayar el contraste con la campaña demócrata de Harris y Walz, mucho más blindados. Y pese a ser objeto de escarnio entre progresistas por interacciones incómodas con ciudadanos corrientes en los típicos actos de encuentros informales que organizan las campañas, o aunque ha dado material de ataque a los demócratas con declaraciones ultras, por ejemplo, sobre el papel en política de las mujeres sin hijos, también ha demostrado que entiende y maneja la capacidad de capturar atención y dirigir narrativas mediáticas.
Es lo que ha hecho, en el caso más sonado, propagando el bulo xenófobo sobre inmigrantes haitianos que supuestamente comían perros y gatos en Springfield (Ohio), una mentira que luego Trump disparó en el debate con Harris, lo que elevó las tensiones y llevó incluso al gobernador republicano del estado a pedir que pusieran fin a esas denuncias falsas. Vance no solo no se retractó, sino que defendió la artimaña en una entrevista con CNN. “Si tengo que inventarme historias para que los medios presten atención al sufrimiento del pueblo estadounidense entonces eso es lo que haré”, dijo.
El pulso de la Nueva Derecha
Una cuestión de fondo y trascendental de la relación entre Vance y Trump, no obstante, no es la que se limita a esta campaña hasta noviembre. Buena parte del análisis político hoy mira ya a la posibilidad de que el tándem republicano llegue a la Casa Blanca tras el 5 de noviembre y a qué representaría eso para el futuro del partido y del movimiento MAGA, especialmente dada la alianza con la Nueva Derecha de Vance, mucho más ideológico que Trump.
Ese movimiento tiene detrás a ideólogos y pensadores como Oren Cass, que fue asistente de Mitt Romney y fundó el laboratorio de ideas American Compass; el teórico político Patrick Deneen; el bloguero-filósofo Curtis Yarvin o Peter Thiel, una de las grandes figuras de Silicon Valley. Y está haciendo que en las filas republicanas entren ideas que poco tienen que ver con la agenda republicana tradicional, especialmente en lo económico, como usar dinero del gobierno para dirigir el sector privado y la política industrial, cuestionar a Wall Street, aceptar el proteccionismo comercial o apoyar campañas contra los grandes monopolios.
Eso ha abierto un combate feroz con fuerzas aún influyentes en el partido republicano. Y ‘The Wall Street Journal’ recogía unas declaraciones de Emily Seidel, principal ejecutiva de Americans for Prosperity, un grupo apoyado por Charles Koch, en el que denunciaba que ahora enfrentan “de derecha e izquierda, insurgencias de políticas que abogan por el gran gobierno” en vez de, como tradicionalmente, por reducir su papel y su tamaño.
Pero la Nueva Derecha aspira además a instituir un orden político abiertamente reaccionario en lo social, con la idea de una vuelta a los valores cristianos (Vance es un converso al catolicismo). Se promocionan la familia tradicional, incluso elevando ideas económicas antes marginales entre los republicanos como el incremento de las ayudas fiscales por hijo, y se proponen límites estrictos al aborto o la comunidad LGTBQ
Con conceptos como el de “aristopopulismo” que promociona Deneen, la idea es crear una nueva élite que entre en el gobierno, la academia o los medios, los rescate de lo que consideran su dominio progresista y las rehagan hacía fines iliberales conservadores. El plan, según lo ha resumido ‘Politico’, tiene tres fases: Identificar a un miembro que pueda alimentarse de la energía del movimiento populista de extrema derecha, llegar al poder y transformar la sociedad desde arriba. Vance sería ese hombre; no Trump.