Europa acude a las urnas con el vértigo ante el auge de la extrema derecha
Desde el jueves y hasta este domingo 9 de junio alrededor de 360 millones de ciudadanos europeos están llamados a las urnas para elegir a los 720 eurodiputados (61 de ellos españoles) que se sentarán en el próximo Parlamento Europeo. Una legislatura particularmente importante ante la acumulación de crisis que han marcado este último mandato –la pandemia, la crisis de seguridad por la guerra de Rusia en Ucrania y un entorno geopolítico cada vez más inestable por la guerra en Gaza, las tensiones con China o el posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca— y la progresión de los partidos populistas y de extrema derecha que podrían alterar el equilibrio político y el rumbo que seguirá Europa y dificultar (aún más) la aprobación de leyes durante los próximos cinco años.
Se trata de los décimos comicios europeos que se organizan desde 1979, en el mayor ejercicio de democracia transnacional del mundo para elegir, en 27 elecciones distintas, a los miembros de la única institución europea cuya composición definen directamente los ciudadanos con su voto. Todos los sondeos pronostican un viraje a la derecha en la mayoría de los Estados miembros, desde Francia hasta Países Bajos, pasando por Bélgica, Italia o Austria, que tendrá su reflejo en el nuevo hemiciclo.
El Partido Popular Europeo (PPE), según las encuestas, volverá a ganar los comicios –ha sido la fuerza más votada desde 1999– muy por delante de los Socialistas y Demócratas europeos (S&D). Ambas fuerzas seguirán siendo hegemónicas en la Cámara y podrían sumar algo más de 300 escaños. Mientras, los liberales de Renovar Europa, actualmente tercera fuerza, podrían quedar relegados a la cuarta o quinta posición y la posible expulsión del grupo del VVD del primer ministro holandés en funciones, Mark Rutte, por su alianza con la extrema derecha de Geert Wilders, podría debilitar aún más al grupo. La cuestión este domingo será cuántos eurodiputados se dejarán y si los tres grandes grupos serán suficientes para reeditar un pacto que ha funcionado con relativa estabilidad estos cinco años.
Auge de la extrema derecha
Según las encuestas también perderán presencia los Verdes mientras que la Izquierda Europea podría resistir. El gran cambio llegará de la bancada más a la derecha del PPE. Los dos grupos ultraconservadores y de extrema derecha del Parlamento Europeo, los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) que lidera la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, con el partido Hermanos de Italia y donde se sientan el PiS polaco y Vox, y el de Identidad y Democracia (ID), con Reagrupación Nacional de Marine Le Pen y el PVV del holandés entre otros, podrían hacerse con un cuarto de los escaños.
ECR podría convertirse en el tercer grupo y crecer aún más si suma los 10 que dan las encuestas al Fidesz de Viktor Orbán, que abandonó el PPE antes de ser expulsado y ha mostrado interés por entrar en esta familia. ID también podría multiplicar su peso, pese a la pérdida que ha supuesto para el grupo la expulsión, por su extremismo, de Alternativa para Alemania (AfD), que de momento ha engordado las filas de los no inscritos. Si se ERC e ID unen en un gran grupo, como sueña Le Pen, podrían aspirar a sumar más de 160 y superar a los socialdemócratas. La idea no ha cuajado en el pasado y sigue siendo difícil, por las posiciones casi antagónicas que tienen en cuestiones como el apoyo a Ucrania, las relaciones con Vladímir Putin o Israel. Pero Le Pen mantiene la presión y los llamamientos a Meloni para formar el que sería “el segundo grupo más importante del Parlamento Europeo”, en un intento por lograr los puestos de influencia en la Cámara que ID tiene vetados: no ocupan ni vicepresidencias ni presidencias de comisiones parlamentarias.
¿Resistirá la gran coalición?
Pese al auge esperado de la derecha radical, todo apunta a que la “gran coalición” formada por populares, socialdemócratas y liberales –a la que podrían sumarse los Verdes— resistirá y obtendrá los escaños suficientes, aunque con menor margen que ahora. El nuevo reparto no solo determinará la futura agenda de prioridades políticas en clima, medioambiente, energía o el tamaño del futuro presupuesto. También influirá en quién se sentará al frente de la Comisión Europea. Y, como en un puzzle, el resto de los altos cargos de la nueva cúpula europea que decidirán los líderes de la UE en la cumbre del 27 y 28 de junio, tras una primera cena informal el 17 de junio: el presidente del Consejo Europeo (para el que suena el socialista portugués António Costa), el alto representante para la política exterior de la UE (para el que suena la estonia Kaja Kallas, el belga Alexander de Croo o el polaco Radek Sikorski) y el presidente del Parlamento Europeo (para el que podría repetir Roberta Metsola).
El premio gordo, como es la presidencia del Ejecutivo comunitario, corresponde habitualmente al partido más votado y aquí la gran favorita sigue siendo la alemana Ursula von der Leyen, que opta a repetir como candidata del PPE. Al contrario de lo que ocurrió hace cinco años, cuando su nombre surgió por sorpresa propulsada por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la cancillera Angela Merkel, esta vez la alemana ha recorrido Europa de punta a punta haciendo campaña por un puesto que designan (por mayoría cualificada) los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, “teniendo en cuenta” el resultado electoral, y que aprueba posteriormente el Parlamento Europeo por mayoría absoluta.
Es en esta última institución donde Von der Leyen (en 2019 la alemana se impuso por solo 9 votos) podría tener problemas. En el Consejo Europeo el húngaro Viktor Orbán ha dicho que votará en contra si es la elegida, mientras que Macron mantiene las dudas –amaga con una candidatura alternativa con Mario Draghi–, pero la alemana cuenta con el aval de la docena de líderes conservadores y los socialdemócratas –como Olaf Scholz o Pedro Sánchez— están a priori dispuestos a apoyarla si no derrapa a última hora hacia la ultraderecha.
Si Von der Leyen convence a los líderes, el siguiente paso será sumar 361 votos en el Parlamento en una votación de carácter secreto que podría tener lugar a finales de julio, durante la sesión constitutiva, o mediados de septiembre. Sobre el papel, no debería ser un problema. En la práctica, en una Cámara en la que no impera la disciplina de partido y con delegaciones nacionales de la gran coalición en contra –los populares y socialistas franceses– el camino podría ponérsele cuesta arriba. De ahí el cortejo a Meloni, que ha enfurecido a socialdemócratas, liberales y verdes. Estas tres formaciones han excluido darle su apoyo si cierra cualquier tipo de pacto con la derecha radical. “Los extremistas de extrema izquierda y extrema derecha están tratando de dividirnos y no permitiremos que esto suceda. El centro debe prevalecer”, ha dicho Von der Leyen esta semana desde Portugal.